Aquí estoy, por fin, preparada para comenzar mi periplo por el Camino. ¡Una
semana por delante para llegar a Santiago!
Día 1: Comienzo en Ferreiros con muchas expectativas y llego hasta Gonzar,
alegre y un tanto desilusionada.
El día ha sido duro de bajadas y subidas. Demasiado concurrido y demasiadas
prisas. La gente parece que ha trasladado el ajetreo diario de su lugar
de residencia a Galicia. Me pregunto:¿Merece la pena darse esa paliza diaria,
dormir mal, pasar frío, etc, etc y no pararse a disfrutar del maravilloso
espectáculo que ofrece el Camino con sus paisajes, sus pueblos, sus monumentos,
su gente, la soledad, el tiempo para pensar...?
Día 2: Salgo desde Gonzar, después de un buen desayuno. Conforme el día
pasa, el tiempo empeora y el camino se va endureciendo. Estoy disfrutando de mi
soledad, la naturaleza que me rodea me impresiona, las pequeñas posadas que
encuentro en el camino son un regalo para hacer un alto en el camino. En
uno de estos lugares, “La Fuente del Peregrino”, unos voluntarios
maravillosos te ofrecen un gran abrazo, mucho cariño, una buena
conversación y ricos alimentos para hacer un alto y reponerte.
Llego a Casanova, esperando encontrarme con el famoso donjuán, pero No.
Nada a la vista!
Día 3: Casanova-Arzúa: El
tiempo comienza a ponerse feo. Me voy encontrando más gente corriendo y
corriendo, sin pararse un minuto. Yo me lo estoy
pasando en grande por mí y por todos aquellos que solo miraban los kilómetros
que les faltaba para su destino.
Día 4: El mal tiempo me
impide seguir. Visito la Catedral de Santiago dándole las gracias por haber
llegado hasta allí y con la promesa de que algún día terminaré los casi 40
kilómetros restantes.
¡Hasta pronto!
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